El delegado territorial de Turismo, Cultura y Deporte en Jaén, José Ayala, ha inaugurado la exposición temporal 'Fuego y arena: el vidrio en la antigüedad' en el Museo Íbero, donde puede visitarse hasta el 15 de mayo de 2023.
Se trata de una iniciativa de la Consejería coincidiendo con la declaración de 2022 como Año Internacional del Vidrio para visibilizar su importancia científica, económica, ambiental y cultural como elemento transformador de la humildad y celebrar su historia y su futuro.
Con esta declaración se quiere concienciar sobre este preciado material, uno de los más extraordinarios usados para la fabricación de objetos. El vidrio en la actualidad es imprescindible; desde la construcción, a la salud o la alimentación y también en aplicaciones de muy distinto tipo traslúcido. Es un buen contenedor de líquidos, es inerte, higiénico y no da sabor ni olor al contenido.
El Museo Íbero se suma a esta efeméride con una muestra que trata de mostrar el momento en que se inicia su uso en la Península Ibérica y la gran expansión durante el siglo II gracias a la incorporación de nuevas técnicas de fabricación a partir del soplado. Los primeros datos sobre el uso del vidrio aparecen hace más de 5.000 años en Mesopotamia, desde donde se extendió su uso por todo el Mediterráneo.
"La exposición muestra los primeros productos en las tumbas íberas, amuletos, cuentas de collar y pequeñas botellas que llegan a la Península Ibérica a través del comercio fenicio y que pronto se convierten en un objeto de lujo muy cotizado por las aristocracias íberas", ha explicado Ayala.
Esos primeros objetos de vidrio llegan a la Península de manos de los comerciantes fenicios a partir del siglo IX antes de nuestra era (a.n.e.) y, de forma más continuada, en los siglos VI-IV a.n.e.
A partir del siglo I de la era, ya en época romana, el uso del vidrio se amplia y generaliza entre la población. Como muestra del gran valor que de estos productos se hace entre la sociedad romana, se incorporan como ajuar en las tumbas de los siglos I y II.
Las arenas de los ríos de la Península Ibérica eran muy valoradas para fabricar vidrio, por lo que fueron muchos los talleres, más de 35, que se instalaron en los siglos I y IV.
Sin embargo, los cambios en la tecnología y la crisis de determinados materiales provocó que muchos talleres desaparecieran con el tiempo y a partir del siglo VI sólo ciudades como Recópolis, Cartagena y Alicante, Barcelona y Toledo, entre otras, contaban con talleres.